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Un grupo de asociados de AEPEV visitan Viña Pedrosa en Ribera del Duero. Una de las actividades organizadas por el Comité de Enoturismo de la asociación

Por Francisco Moreno Blanco. Licenciado en Educación Física y Psicología, Doctor en Ciencias de la Educación y miembro de AEPEV y FEPET

El pasado 5 de octubre, un grupo de miembros de la Asociación de Periodistas y Escritores del Vino y Espirituosos hemos tenido el placer de realizar una visita a la Bodega Viña Pedrosa, organizada por el Comité de Enoturismo de dicha asociación.

A nuestra llegada a la finca, nos recibieron los dos hermanos Pérez Pascuas, Juan de la Vega (Director General) y Nuria Peña (Enóloga) y tuvimos la oportunidad de comprobar que la planta de la bodega es impresionante rodeada de vegetación y con zonas que invitan a la relajación y a la contemplación. Desde allí se puede observar toda la extensa zona que ocupa la Ribera del Duero.

Una vez en la bodega, tomando un café, Juan de la Vega nos contó a grandes rasgos la historia de la bodega, que trataremos de resumir:

Mauro Pérez viticultor y bodeguero dejó a sus dos hijos (Manuel y Adolfo), hace más de cuarenta años tres grandes legados: 17 Ha de viñedo, su sabiduría en el trabajo y mantenimiento de las viñas y en tercer lugar su pasión por el vino.

Mauro falleció en 1985 y la foto que preside la parte noble de la bodega nunca la llegó a conocer.

Con estos mimbres sus hijos los hermanos Pérez Pascuas, fundan la bodega en 1980, apostando por una producción reducida (no suelen pasar de 5.000 Kg por Ha), pero buscando la excelencia, tanto en el cuidado de la uva, como en la selección de trabajadores de elevada profesionalidad y comprometidos en una labor de equipo.

Con estas claras ideas, comienzan su ardua tarea y ya en 1982 comienzan incluso a exportar a Estados Unidos, Suiza y Alemania, pero hoy exportan a más de 135 países. Eses mismo año, los Hnos. Pérez Pascuas, junto a otras pocas bodegas y cooperativas de la zona se unieron para crear una denominación propia que acogiese a sus vinos, fundando así el Consejo Regulador de la Ribera del Duero. Pronto los dos hijos de Adolfo (Daniel y Adolfo) heredan la pasión de su abuelo, de su padre y de su tío, vinculados a la vid y al vino desde su niñez, se incorporan a las labores de la viticultura como tercera generación, aportando ideas, como vinificar por parcelas en función de los tipos de suelos, manteniendo un suelo vivo gracias a los aportes que le proporciona una variada cubierta vegetal…..Actualmente Adolfo es el Responsable comercial y Daniel es el Director General de Viticultura y Proyectos Agronómicos.

A continuación, tuvimos la suerte de presenciar los últimos días de la vendimia que suele comenzar a finales de septiembre primeros de octubre y que este año, por sus peculiaridades meteorológicas, ha sido un tanto diferente. Trabajan con uva propia 100% tempranillo y con viñedos muy próximos a la bodega, para que llegue la uva siempre con la máxima calidad.

La bodega posee más de 3.500 barricas (50% de roble americano y 50% de roble francés) que son cambiadas cada tres años, 600.000 botellas de vinos de guarda englobadas en las siguientes referencias: Cepa Gavilán y Viña Pedrosa. Crianza, Reserva y Gran Reserva, Finca la Navilla y Pérez Pascua Gran Selección, que es su vino estrella.

Actualmente, Bodegas Hermanos. Pérez Pascuas cuenta con 120 Ha de viñedo en propiedad, localizadas en los alrededores de la bodega en pleno corazón de la Ribera del Duero. Suelos arcillo calcáreos que alternan zonas franco-arenosas y situadas a una altitud de unos 840 m. sobre el nivel del mar.

Con el objetivo de reflejar la identidad de su territorio en sus vinos, apuestan por una viticultura tradicional, sostenible, ecológica y respetuosa con el medio ambiente.

Siempre, con el objetivo de obtener la máxima calidad de los vinos, controlan la producción por hectárea de sus viñedos de sistema en vaso, han abandonado el sistema de espaldera porque entienden que el sistema en vaso, aporta la máxima calidad a las uvas, buscando producciones limitadas, pero de la máxima calidad. Siempre ayudados de una agricultura regenerativa que mantiene unos suelos vivos que ayuden a obtener una uva de calidad. Incluso se está intentando vinificar atendiendo al tipo de cubierta vegetal: espontaneas, con cereales y con leguminosas.

Nuria Peña, enóloga que está al frente del departamento técnico, gran innovadora, nos explicó todo lo referente a la cuidadosa elaboración de sus vinos:

Una vez obtenido el mosto, se almacena en grandes depósitos de acero donde tiene lugar una maceración en frio, ayudados de un control total desde el laboratorio y con selección en función de suelos y edad de los viñedos. Al principio se busca extraer color y taninos.  Todo a través de una fermentación manoláctica corta y controlada con inoculación de bacterias lácticas a través de levaduras no fermentativas muy seleccionadas para ganar tiempo y evitar sustos con una fermentación demasiado larga.

La crianza se desarrolla en 3200 barricas bordelesas nuevas de roble francés y americano de 225 litros con diferentes tostados,  que ceden al vino carisma y carácter, consiguiendo la perfecta armonía fruta-madera.  La clarificación se realiza con patata, evitando el uso de la albumina del huevo para una mayor seguridad de los posibles consumidore que sean alérgícos al mismo.

Cada seis semanas realizan el trasiego con un procedimiento muy tecnificado para limpiar la barrica y ante posibles correcciones, con agua a más de 80 grados, para posteriormente llenar y rellenar y quedan perfectamente tapadas con un tapón especial de acero con tuerca y silicona que permite un cierre total y seguro. Una vez embotellado el vino las botellas se apilan en jaulas donde se muestra toda la trazabilidad que permitirá la certificación de la DO como corresponde a un producto alimentario como es el vino.

A lo largo de esta completa información se nos estaban despertando las ganas y el interés por probar alguna de las referencias de esta gran bodega y pasamos a realizar una cata de cuatro vinos: Cepa Gavilán (tinto de crianza de 2020), Viña Pedrosa (tinto de crianza de 2020), La Navilla (tinto de reserva de 2019) y Viña Pedrosa (tinto gran reserva de 2016).

Cuyas principales notas de cata son:

Cepa Gavilán (tinto de crianza de 2020):

  • de roble francés y americano
  • De capa media-alta
  • Es un vino muy polivalente
  • Color rojo picota intenso con matices violáceos., presencia dominante de fruta negra (mora y arándanos), gusto con taninos maduros bien integrados.

Viña Pedrosa (tinto de crianza de 2020):

  • Vino personal y genuino es el resultado del respeto al terruño y a la identidad de la bodega familiar
  • Viñedo de 30-35 años
  • De capa alta
  • Este vino ha permanecido 18 meses en barrica de roble francés y americano
  • Complejo y elegante en nariz, con aromas frutales (bayas, frutos maduros) y sensaciones de crianza (especias, tabaco, trufa). Amplio, con nervio y suculentos taninos integrados perfectamente, con gran carácter, redondo y final muy largo

La Navilla (tinto de reserva de 2019)

  • La Navilla es una parcela excepcional situada a una altitud, a 844 metros sobre el nivel del mar en la que el tinto alcanza su máxima expresión y singularidad
  • De capa media
  • 20 meses en barrica de roble francés de los bosques de Allier.
  • Reposo en botella: mínimo 16 meses.
  • De color picota granate. La identidad del terruño y el carácter varietal se funden en este vino con personalidad propia. Con un marcado aroma mineral se ensambla con los matices torrefactos y especiados de la crianza en barrica. Amplio, corpulento, estructurado, presenta muy buena acidez y persistencia aromática.

Viña Pedrosa (tinto gran reserva de 2016).

  • Viñedo en vaso de más de 60 años.
  • Altitud: 830 m
  • Suelo: arcillo-calcáreo.
  • Vendimia: manual. Rendimiento medio por hectárea: 2.700Kg.
  • Crianza: 24 meses en barrica de roble americano y francés.
    Reposo en botella: mínimo 36 meses.
  • DE color rojo cereza con reflejos granate intensos. Con enorme concentración, complejidad y elegancia, destaca por sus aromas especiados, balsámicos como el mentol e incienso, torrefactos de café y con fondo mineral. En boca resulta sabroso y potente, denota un gran equilibrio por sus taninos nobles que le dan una sensación elegante y sedosa.

Una vez realizada esta más que interesante cata, nos reunimos en una mesa redonda dispuestos a degustar el magnífico menú que gentilmente nos habían preparado, con un plato estrella: un exquisito cordero lechal de la zona. Durante la comida de hermandad, el debate se centró sobre un tema concreto ¡el vino!, analizado desde diferentes perspectivas, llegando a la conclusión admitida por todos que: el vino es un alimento saludable tomado de forma moderada, la presencia del vino en las tertulias invita a la participación y por último, no hay que hablar de la “cultura del vino” sino que el vino es por sí mismo cultura. Como despedida de la breve pero intensa jornada, nos hicimos la foto de familia presidida por el abuelo Mauro, el gran referente de la bodega familiar.

Autor: Francisco Moreno Blanco (AEPEV)